No tengo ni idea de qué pasará el año que viene. Ni idea de qué haré con mi vida, ni idea de si lo que elegiré será lo correcto, o no.
Pero sí se una cosa. Quiero escribir. Me encanta escribir. Quiero dedicar a éllo mi vida.
Sin embargo, para escribir bien necesito tiempo. Mucho, mucho tiempo, tiempo para correcciones, para que llegue la inspiración, para que la misma historia se vaya escribiendo a su ritmo, poco a poco, no a trompicones de imaginación, interpretados dos días después en menos de media hora…
¿Qué hago? ¿Qué hago? ¡¿Qué hago?!
¿Cómo le digo oye papá, que veras, que no quiero hacer nada durante un año?
¡En realidad quiero hacer mil cosas, pero seguro que queda más ridículo si voy destripando cada uno de mis proyectos!
Los proyectos no se han de revelar, ¿¡Desde cuando un mago revela sus trucos?!
¿Qué hago? ¿Qué hago? ¡¿Qué hago?!
Verás papá, es que me gusta escribir. Y el silencio, y la tranquilidad, y si juntamos esas tres…
¡Año sabático! 
Y una porra, soltará.