jueves, 17 de abril de 2014

Diario

Hoy ha sido un día estupendo. Osea, es indescriptible. En mi pecho, late una emoción muy fuerte, que hacía mucho tiempo que no vivía con nadie de mi familia.

Con esto no quiero decir que mi familia sea la peor. Ni la mejor, nada así. Sólo que mi familia es... ¿Distante? Al menos mi familia materna. Mi madre es demasiado... Lejana a mí. Nunca la he visto como una madre. Siempre ha sido como una especie de hermana menor. Un ser que te es impuesto, por voluntad de vete tu a saber quién, que a veces encuentras adorable, pero que nunca serás capaz de conversar con ella. No quiero haceros pensar que todas las hermanas pequeñas son odiosas. Pero imaginaos una hermana que nunca pasa de los cinco años. Es muy mona. Un día. Es como un bebé. Luego tienes que cargar con sus defecaciones y todo ese pateo.

Eso define a mi madre. Maneja el dinero de la casa, aunque no tengo ni idea de qué forma. Algunos meses se da caprichos del estilo de comprar ropa, aunque casi nunca me informa de ellos, y otros meses apenas tenemos para pasar el mes. De hecho, este último mes, marzo, hemos tenido que pasar el mes con 60 euros. Sesenta míseros euros. Nada más, nada menos. De hecho, éstos se los pidió a mi abuela, a quien ha hecho muchísimo daño. Cuando supe la procedencia de este dinero no sentí más que frustración. ¿Por qué no puedo hacer yo nada? Lo que más me dolió, fue que ni tan siquiera se atrevió a darle las gracias a su benefactora. El orgullo de mi madre se lo impide, y también la envidia que tiene. Ambos pecados capitales se clavan en su ser, formando una especie de ente que le inbuye miedo: Mi tío, por algunos problemas, vive ahora mismo en casa de su madre, mi abuela, y de esta manera puede defenderla de alguna manera u otra. Pues bien, siempre que allí acude a demandar dinero, se encarga de buscar las horas en las que su hermano no esté en casa. Es como un gato con la cola entre las piernas. Al no ser capaz de admitir su error, intenta escabullirse de aquellos que se lo recuerdan. Mi tío tampoco es que sea una persona mansa, de hecho su apariencia de pequeño me intimidaba un poco. Es un poco alto, con un tono de piel oliva oscuro, y una barba que siempre permanece; Donde sale, tiene la piel como algo grisácea, por haberse afeitado mucho, haciéndose el pelo más grueso, e incluso visible aunque esté rasurado.

El tema. En contraposición a mi madre, los ingresos de mi padre son suficientes, y siempre que vengo hacemos algo. Cada semana va al cine, y siempre acaba comprándome toda la ropa que no puedo comprar cuando estoy con mi madre. Siempre es amable, y casi me deja comprar a mis anchas lo que necesite. Al principio, por influencia de mi madre, me dejaba llevar por las garras de la avaricia, y esto junto a otros muchos factores, dificultaba bastante la relación que tenía con mi padre.

Pero eso ya es pasado. Hoy me lo pasé superbien. Realmente no hicimos nada especial, que se pueda destacar. O sea, sí. Fuimos a comer fuera, y me tragué un plato de arroz negro delicioso. La tinta de calamar estaba deliciosa. El arroz, aunque pasado, conservaba esa textura tan suave y lisa que siempre tiene, y su sabor, que aunque sea poco, es delicioso. Y cada cucharada de arroz que me llevaba a la boca, era acompañada por un trozo de marisco pequeñito durante el viaje, y al ser degustada.

Luego fuimos a comprar ropa. Es una actividad que me encanta, por capitalista que pueda parecer. Una vez comprada, tu autoestima asciende como la espuma de una cocacola recién servida, y mientras que la compras puedes decidir cómo va a cambiar tu persona, a un corto plazo. Por primera vez, compré pantalones cortos. Tenía la intención de ser menos vergonzoso este verano, y una buena manera era esta. Hasta ahora todos mis pantalones eran largos, por un complejo que tenía con mis piernas. Realmente, éste aún no ha desaparecido, pero tampoco hice ningún esfuerzo por que fuese eliminado. Hasta hoy. Ya dejaré de pasar calor esos asfixiantes días de verano, en los que el termómetro alcanza los cuarenta grados, y yo, iluso, me atrevo a salir a la calle en pantalones largos.

También compré otras cosas. Dos camisetas, una a rayas de distintos colores en la escala de grises, y otra con finísimas líneas que alternaban entre un negro verdoso y un gris jaspeado, que desde lejos parece poseer un solo color. Tres camisas finas, para así poder pasar bien el verano, una con rayas anchas que forman varios cuadrados azules, blancos y azules oscuros, otra similar a esta pero en tonos rojos, y otra azul también, con rayas azules y blancas más irregulares, que le daban un toque algo informal. Los pantalones me llegaban ambos hasta media rodilla y unos eran vaqueros, y otros negros.

Tras esta desmesurada compra, fuimos al cine. Spiderman 2. La película me ha encantado. Es algo muy extraño, pues las películas que salen de adaptar un cómic a la pantalla del cine no es que suelan gustarme mucho. Pero esta me ha encantado. Ha tenido el toque de romance poco pegajoso que engancha, y dos malos "jefes", por así decirlo. Osea, dos típicos antagonistas que suelen ser los centrales de la película. Uno de ellos llega a asesinar, aunque de forma indirecta, a la novia del protagonista, cosa que no me esperaba, y me gustó mucho. No el hecho de que se muriese, sino de la sorpresa de que lo hiciera.

En fin, ha sido un día estupendo, y quería compartirlo de alguna forma. Realmente los hechos que pongo aquí no son exactamente iguales a los que han sucedido, por ejemplo, la ropa la compramos separada en tres días de compras, y... Creo que el resto es fiel, pero si me pongo a redactar todo eso acabaría divagando aún más de lo que ya lo he hecho. Pues eso... Ojalá hayan más días así, no por la cantidad de dinero que se ha gastado mi padre, sino por lo feliz que ha sido este día. Estoy seguro de que se podrá repetir algún otro día, y otros muchos más.

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