domingo, 30 de marzo de 2014

Hiroki

Esta nueva historia, será la de una persona que quería, y no podía comer.
Bueno, ¿cómo empezar? Me presentaré.

Me llamo Hiroki, y sí, soy vegetariano. "¿Desde cuando?", Os preguntaréis... Pues la verdad, no lo sé.

Bueno no. En la práctica, no lo soy.

Quiero serlo. Pero no puedo.

Tengo la ideología, el amor hacia los animales y todos los seres vivos, el disgusto hacia todo tipo de plato con carne... Incluso he memorizado varias recetas, y un plan de alimentación completamente saludable, que me permite sustituir todo producto animal, por otro producto vegetal, sin perder ningún nutriente.

¿Y qué me falta?

Bueno, no hay nada que me falte, sino un impedimento fuerte.

Mi madre no lo entiende, y mucho menos toda mi familia. Por más que se lo explique, no aceptan la repulsión que siendo cuando veo dos filetes de ternera, pollo, cerdo, o cualquier otro animal.

Hoy hubo de comer bistec. Tanto mi madre, como mi padre, e incluso mi hermana, comenzaron a engullir ese trozo de lo que antes era un ser vivo. 

Las fibras de sus músculos eran cortadas en pequeños fragmentos, que luego despedazaban en sus carnívoras bocas. Parecían bestias salvajes. Carroñeros que acababan de encontrar un solitario animal moribundo, y que planeaban picotearlo hasta la muerte, en lugar de tratar sus heridas. O, más exactamente buitres que vieron como los carroñeros lo terminaron de matar, facilitándoles el trabajo, y 

Cuando ya se habían tragado cerca de la mitad, empezaron a susurrar, como de costumbre.

No les oía, pero eran los típicos comentarios...

"¿Otra vez con la tontería?", "Bah, déjale... Ya comerá cuando tenga hambre.", "A su edad yo también hacía cosas raras, pero esto es ya demasiado... ¿no?"

Esta vez, mi madre fue la primera en entablar conversación conmigo.

+ ¿Hiroki... Otra vez sin hambre?
- Mamá... Yo... De veras, no puedo.

Mi padre y mi hermana soltaron una risita, y mi madre simplemente resopló.

+ Oye... ¿No crees que estás llegando demasiado lejos con esto?
- ¿Con qué?
+ Con esta absurda actitud. Somos animales, y como tales comemos otros animales. Es la ley de la vida, la cadena trófica.
- Mamá. Ya te lo he dicho numerosas veces. Existe el concepto de "animal herbívoro", como elefantes, la vaca que has matado para comerte su cadaver, y muchos más.
+ Pero viven para ello, ¿no? Si no hubiesen personas que las consumiesen, no existirían granjas para que viviesen.
- Pues mejor. Vivirían libres, como debe ser. No vivirían en confinamiento, todas apelotonadas. ¿Por qué te crees que te ha costado tan poco ese filete, recién salido del matadero? ¿Por amabilidad del supermercado? No digas tonterías...

Mi madre ya no contestó. Miró el filete durante un rato, y prosiguió su festín.
Esperé un rato, aguantando la carnicería que tenía lugar ante mis ojos, y cuando mi madre terminó, la primera de todos, encontré mi oportunidad de escapar de ahí.

- Bueno... Yo ya he terminado. -Dije, pero cuando me levanté, mi estómago rugió, delatando delatandome. Aún así, nadie dijo nada.

Volví a mi cuarto, y cuando iba por el salón, escuché cómo mi padre y mi hermana se peleaban por ver quién conseguía el trozo más grande de mi porción de carne, que permanecía intacta.

Sin embargo, nada me haría cambiar. Nunca caeré, ni comeré animales. No. Podéis tomarlo como un fútil acto de protesta de un individuo que creía que realmente podría cambiar el mundo de alguna manera. O de un obseso con toda vida animal. O como queráis... Si listase aquí todas las opiniones sobre mi determinación vegana que he obtenido a lo largo de los años, no acabaría dicha serie nunca...

Pero lo que sí puedo prometer, es que nunca me veréis apoyando el maltrato de nuestros compañeros de mundo. Nunca.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.