sábado, 31 de enero de 2015

Inicio - Blindfold Academy

Eirene se despertó. Hacía frío, mucho frío, y el aire se clavaba, afilado y certero. El Sol estaba en su punto más alto, y aún así, no abrigaba. Tampoco abrigaba la cama, ahora destrozada bajo astillas de hormigón... O escayola, ¿quién sabía de qué estaba hecho el colegio?
Gracias a un maravilloso milagro literario, Eirene, estaba completamente intacto. Lanzas de pared, muros y auténticos endríagos de edificio se clavaban y hundían sus garras en las ruinas. Del lujo aparente, ya no quedaba absolutamente nada. Nada.
Si os soy sincero, y hago confesión de autor, esta academia no me gustaba nada. Na-da. ¡Estaba tan harto de ella! Menos mal que de ella apenas quedan los cimientos, de no ser así, estoy seguro de que habría sido yo el destructor.
Pero sigamos con Eirene: tampoco nada quedaba que calentase al chico, que estornudó por lo menos tres veces antes de abrir los ojos y darse cuenta de su situación: No quedaba nada.
- ¿Dónde está... Niso?
Con el recuerdo de su amigo le llegaron las energías. El chico que ayer conoció era tan simpático, tan agradable. Sin embargo, su cama estaba atravesada de lado a lado por un enorme triángulo de suelo, y, sin embargo de nuevo, no había sangre ni manchas que llevasen a Niso despedazado.
...¿Pero por qué recordaba...?
Volvamos a cuando se inició el derrumbe...
...¿Eh? Dónde lo habré...
Entonces Eirene se levantó, y de sus pocos recuerdos del día anterior, intentó hacer recopilatorio. Tanto destrozo debía haber sido estrepitoso, sin embargo al bello durmiente nadie despertó de su sueño. Al menos tampoco fue desvelado con una losa en el vientre, lo cual era muy afortunado, dado el caso.
¿Pero qué debería hacer ahora? ... ¡Buscar a Niso! ¡Sí, éso!
Pese a la ruina, aún se distinguía la planta del edificio, y entonces su estómago comenzó a rugir, casi tan fiero como el estrépito que debió hacer el edificio al regresar a sus cimientos. Para llegar a la cafetería debía bajar las escaleras y luego dirigirse hasta la puerta principal. Sin embargo, esta enmarcaba sus pies desde la lejanía, dandole la bienvenida al mundo, al umbral hasta ahora nunca atravesado que, con la ruina, se había abierto de par en par, sin rastro alguno de los cristales tintados.
¡Por fin era libre! ¿Y qué hacer ahora con tanta libertad?
Eirene seguía confuso, y para romper esta indecisión, apareció el desconocido director. 
¿Por qué le conocía? ¡Ésto si que lo sé!

Todo sucedió el primer día de muchos en el que recordó algo. Tal vez ahora no se acordase, tal vez la amnesia, el volver a tener memoria, le había dejado en tal shock que necesitaba respirar. Acostumbrarse, tal vez... ¡Pero si me acuerdo! - Irrumpió en mi narración, mi engreído personaje. Pero nada conseguiría quitarme el foco ahora.
Como siempre, los días pasaban. Las reuniones parecían ser éllas las que discutían, y con todos presentes... ¡Algo pasó! ¿El qué? Tenía relación con el Hermes, sin duda alguna. Los Érebos lograron algo, y luego regresaron a su nube. Todos eran felices, no se había visto mayor jolgorio en una de esas reuniones. 
Aunque los eventos no eran para todos felices...
Entre risa y risa, el Corregidor entró: Les había descubierto. Tal vez un poco tarde, lo habían logrado. Ya habían terminado, ¡ya podrían salir de allí!
Al cielo regresaron las estrellas, la luna volvió a brillar, esta vez sobre la masacre que estaba teniendo lugar, en la academia.
De aquí y allá surgían montañitas de... ¿Alquitran? O algo incluso peor. Parecían no tener color, sino evitar su escape. Parecían rasgar ese trozo de realidad en que estaban, eran seres compuestos de lo que nada debía componer. Estaban vacíos.
Y se levantaban del siniestro sueño. Parecían desperezarse, cuando el oscuro esqueleto que tenían por mano cogía cada uno una estrella, y las apagaban como velas. 
Se dieron cuenta, horrorizados. La censura tenía por intención el salvar las estrellas. Ahora ya no quedaba ninguna que salvar. Las constelaciones ya no protegían el mundo. Habían ganado. 
Entonces todo se vino abajo. Y al despertar, todo estaba arruinado.
Un pinchazo de culpabilidad le atravesó el cuello, anudándosele la garganta. Éllos habían sido los culpables. O eso creía. Realmente él no recordaba nada, pero éso creerá cuando recuerde. 
¡Pero no era su culpa! Esta historia es tan injusta... ¡Menos mal que perdí el manuscrito! 
Espera. Yo... Perdí el manuscrito. ¿Y ahora qué haré? ¿¡Qué destino les daré, si aún ni su nudo sé!? 
Eirene me miraba, algo enfadado. Pero era muy extraño... Cómo iba a mirar al... -¡Oye! ¿Me estás escuchando? - Dijo agitando mis hombros. Yo... Estaba dentro del cuento. ¡De mi relato de clase! Del cuento que tenía tantas normas del que me acabé cansando. 
...¿Cuando fue la última vez que tuve clase? PArecía algo tan lejano, pero algo tan de hace un solo día...

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