Sin embargo, tras esos muros, estaban sus ancestros, mezclados con otros muchos, viajando, observando cómo su tierra evoluciona poco a poco, encaminada hacia el paraíso en que tanto desean que se vea convertida, o hacia el infierno del que tanto intentan desviarla. Pero sólo eso, observadores. Bendijesen o maldijesen, no tenían otra herramienta que su mirada.
Ojos fijos con los que, por las noches, hostigaban al malhechor
Ojos fijos con los que, por el día, bendecían al bienhechor. Al que conseguía calmar su ira, y romper cadenas de tristeza. Al que, ante la demasía, entregaba al pobre y necesitado. Al que recompensaban por todos los sacrificios que le quebraron, pero nunca rompieron. En definitiva, a todos aquellos que cada día, se levanten con el pie derecho, aunque nos levantemos con el pie izquierdo...
Pero por muy fija que sea su mirada, ya no tienen cadenas una a este mundo, ya no tienen carne que les ate a esta tierra, lo que les condena a volar libres en el único elemento que les acepta, y por mucho que quieran permanecer, guardianes, se suman al viento, rebosante de vida, rebosante de sus átomos, que circulan, ondean, y nos atraviesan, pues si bien nuestra carne es capaz de frenar el levante, jamás será capaz de frenar su interminable viaje.
Viaje que realizarán eternamente, a la espera de un nuevo cuerpo en el que iniciarán una nueva historia, en el que pasarán de espectadores, a creadores, y con sus manos, construirán nuevos universos. Literatura, arquitectura, biología. Unos ayudarán en estos nuevos cosmos, otros los criticarán y desearán verlos destruidos, pero tan vil la destrucción de lo creado, como el vagabundeo de las nuevas ideas en las frías calles, donde se secarían y marchitarían.
Se secarían por culpa de los aires difíciles que las azotan, que las están estampando contra las ventanas de mi clase ahora mismo, jueves, 9:55 de la mañana, cuando los alumnos miran ensimismados el paisaje, sin saber que observan todos esos sueños que pudieron ser, pero no fueron, junto a las esencias de miles de personas que, en algún momento, se compadecerán de éstos, y les dedicarán su vida a darles el cariño que tanto necesitaron, sin acordarse de que antes de abrir los ojos por primera vez, no fueron más que éso, aires difíciles.
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