- ¿Véis algo?
- ¡Imposible, imposible! ¡Ni rastro de él!
Una fuerte voz femenina estaba emitiendo órdenes a través de un cacharrito. Rectangular, con dos curvas a cada lado que intentaban capturar y acaparar su voz, transmitían el mensaje al exterior, donde dos translúcidas siluetas blancas surcaban el cielo sin cesar.
En círculos, era una espiral de choque, caída en picado, y ascenso rápido antes de si quiera rozar el suelo. En su subida, una pluma se desprendió del ala de uno, y pese a sus esfuerzos de resistir los pilares de aire que separaban al mundo de la bóveda celeste, fue atravesando uno tras otro, cada vez más cercano al cieno.
Éste, al percibir a su visitante, se atrevió a formar una tímida colina, cuya estructura se componían de raíces muertas, de plantas cuyo destino aún despreciaban, pues les había condenado al lugar más yermo en cuanto a vida se refería, para burlarse de éllas, y tras el esfuerzo que les supuso crecer, perecer.
Y la engulló. En cuestión de medio segundo, el suelo volvió a su uniformeidad habitual. El ser, dándose cuenta del peligro que ésto suponía, subió aún más alto.
- ¿Aún nada? Alguna forma tiene que haber de... ¿V-verdad?
- ¡Sí, sí! ¡Sigamos buscando, Ér!
Y hacia la otra fachada se dirigieron, surcando el tejado para investigar la misma fachada de siempre. Sin cambio alguno, resistiendo firme las embestidas de estos dos hálitos, más finos que el aire, pero incapaces de atravesar un mero cristal, le comunicaban a la anterior voz femenina su fracaso, y su necesidad de reposo.
Nuevamente, tras horas de intentos, fallidos, decidieron volver a su pequeña nube, único fragmento de casa que tenían en aquel lugar. Apresados entre las murallas, los dos Érebos, a este paso, morirían en aquel lugar, desprovisto del calor de su hogar.
En el límite de la muralla se localizaba su esponjoso colchón, al que se dirigían con las pocas fuerzas que les quedaba...
- ¡Ebo! - Se detuvo Ér - Algún día... Lo lograremos, ¿no?.
- ¡Claro, Ér! Ahora sólo tenemos que dormir, algún día, Misa y sus aliados conseguirán encontrar un agujero, o nosotros conseguiremos perforar uno, ¡seguro!
Y ambos dos se introdujeron en la nube, no sin antes despedirse de su comandante, y una vez estuvieron ambos dentro, rastro de élla no quedó, mimetizándose por completo con el ambiente.
Ciertamente, regresaron en el momento justo, pues entonces otros seres, artificiales, desprovistos de psique, con esferas negras que movían a diestro y siniestro, sin conseguir su objetivo.
- ¿¡Aún nada!? ¡De hoy no escaparán! ¡Buscad! - Imperaba la voz que hacía temblar pasillos, habitaciones, y salones enteros, agitando hasta la más mínima fibra de vida que hubiese en ellos desde una oscura sala de control, con más pantallas que pared.
Ya llevo casi otras seiscientas, y al acercarme a las 2000 lo publicaré, ¡espero que os guste!
Como siempre, si veis alguna falta de ortografía o alguna metedura de pata/sinsentido, no dudéis en informarme de éllo, ¡muchas gracias!
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