-...¿Eirene?
-...¡Oye! ¡Eirene! ¿Estás?
-...¿Eh? ¿Qu...?
Los jóvenes rayos del sol se clavaban en mi cabeza... ¿Pero qué...?
-¡Eirene! - Y sobre mí se echó un chico. Ligero, algo más pequeño que yo, y con gafas, que se clavaron en mi pecho mientras con un movimiento de la cabeza intentaba rastrearme. Arriba, abajo, derecha, izquierda... - ¡Si! ¡Eres tú sin duda! ¡Estabas tardando tanto en despertar que...!
Levantó su cabeza y su mirada conectó ojo con ojo, tan... Alegre, feliz, encantadora... En la esquina de sus ojos tenía dos lágrimas nonatas, que vibraban con sus latidos mientras sus ojos caídos esquivaban mis gafas para chocar directamente con mi mirada. Y sonrió.
- Te llamas Eirene, ¿no? Yo soy Di... - Y estrepitosamente se abrió la puerta. El culpable, entró con paso firme; con cada pisaba el colchón temblaba. El chico se levantó al instante, y con instinto felino corrió en menos deun segundo frente a su armario, para fingir que no se decidía con la ropa.
-¡Vosotros! ¿Qué hacéis aún aquí? ¡En quince minutos cerraremos el desayuna, desayunados o no, así que daos prisa! Y la puerta pareció rebobinarse, cerrándose con la misma potencia con que fue abierta. Era increíble que el marco siguiese firme, seguro que lo hicieron a salvo de este hombre...
La habitación era cuadrada, un cuadrado perfecto. Las camas formaban dos medios cuadrados, de poco más de mi altura, 2 metros. Era la primera vez que no se asomaban mis pies al exterior desde...
Desde...
¿Cuándo?
La cómoda cuadrada, y un enorme armario inspirado en un rectángulo nuevamente perfecto se colocaba detrás mía. Entre las puertas, él estaba, hurgando entre un puñado de uniformes granate mal colocados de la izquierda, contrastando con los otros de la derecha, perfectamente colgados de sus respectivas perchas.
¿Pero qué estaba buscando? Aparentemente todos los uniformes eran iguales; aún así, seguía hurgando en el nudo de telas confusas, con más arruga que fibra.
- ¡Aquí está! - Dijo sacando uno de entre ellos. Granate, con el cuello rojo y en pico, botones dorados y un escudo completamente negro en el pecho, sin más adorno. Pero de la manga, se sacó un lazo verde, que se ató costosamente, un extremo tirante con los dientes, el otro, casi trenzado entre sus dedos, consiguió esbozar un lazo firme, pero no apretado. -¡Shh! - Y un guiño, siempre sonriente. Su flequillo ondeado le cubría partes de la frente con mechones en forma de C dispersos, y acentuaba su gesto. Se giró y bajando el pomo de la puerta me miró de arriba a abajo.
- Ay, ¿qué haces sin vestirte? Nos quedan doce minutos, ¡o cerrará!
Pijama por uniforme, lo más rápido que pude, cambié, y bajamos corriendo por las escaleras en forma de espiral, hasta la cafetería, justo a la derecha de la entrada principal. Las escaleras quedaban a la derecha de una especie de recepción, y la cafetería estaba en línea recta, con ambas puertas abiertas, esperando a los dos últimos rezagados; nosotros.
La luz era artificial, y por las acristaladas puertas... No entraba luz las dos lámparas de araña doradas, adornadas con pequeños cristales que refrectaban y multiplicaban su luz, serían los dos únicos soles que aquel salón jamás vería. Eirene, temiendo quedarse atrás, corrió junto a su compañero, que ya estaba eligiendo qué presente le concedería a su hambriento estómago.
- ¡Eirene! ¡Por los pelos! - Y mirando a la cocinera, dijo: ¡Lo mismo de siempre, Misa, por favor!
- ¡Vaaaale, vale! ¡Menos mal que su plato favorito es esta ensalada de pasta, que si no... - Y me miró a mí. No era precisamente "esbelta" pero sus ojos tenían esa pequeña chispa que también emanaban los suyos, era un filamento violeta en el iris, apenas perceptible en los ojos chocolate de... ¿Misa?
Y de su manga colgó aquel lazo verde que también tenía él, pero al verlo se lo ocultó rápidamente, miró a derecha e izquierda, y al no encontrar nadie siguió sirviendo: -¡Aquí tenéis! Mucho queso para ambos..., ¡Ensalada lista! - Y de sus hábiles manos pasó a sus finos dedos, y del marfil a la porcelana pasaron los platos, y de ahí, con paso alegre, casi danzante, llegó a la mesa más cercana de la cocina, donde colocó ambos platos, uno en frente del otro, sin la perfecta simetría imperante en el edificio.
- ¡Coge algo de beber! ¡Yo iré a por los cubiertos!
Y al girarme, Misa estaba dejando a mi lado dos botellas de agua, con dos vasos de plástico encajados sobre el tapón.
- Eirene, ¿aún no...? - Miró mi brazo, y el suyo, y cuando entendió que no entendía a qué se refería, agachó la cabeza y volvió a la cocina. No si antes decir: "¿Necesitas algo? Cuando sepas lo que necesitas, dínoslo, ¿vale?" Sonrisa amable, y desapareció a la cocina.
Terminada la comida, entró el hombre de antes, para irse después de bramarnos nuevamente. Ésta vez fue
"¡¿Aún comiendo!? ¿Qué os creéis, holgazanes? ¡Os quiero ver corriendo a clases, ¡ya!!
Y tan pronto como apareció, se fue. Recogimos rápido, y tras nosotros, Misa cerró la cafetería.
- En el mismo lugar de siempre, a las 8, como siempre, ¿entendido? -Susurró, pero no a su oído, sino a nosotros dos. ¿Dónde querría decir? Mi mirada confusa fue atrapada por la suya, resuelta, y casi afirmando la respuesta obvia: ¡Claro!, Eirene, no te preocupes, luego te paso a buscar si no seguimos juntos, ¿vale?
Y subimos nuevamente a la segunda planta, que parecía haberse elevado desde la última vez. Con el aliento roto, y tras otra carrera, nos sentamos en dos sitios cercanos a la ventana. El profesor llegó, y comenzó a dar clases en un idioma incomprensible. Los alumnos asentían, yo lo intentaba, y mientras tanto, mi compañero dibujaba.
- ¿...?
- ¿Eirene? ¿Que qué dibujo? Dijo entrecerrando los ojos, y sus labios formaron una ligera sonrisa, confeccionada con cuidado para que sólo fuese visible para mí, para que el profesor, o el loco que estuviese hablando, no se percatarse. Y con una felicidad como cuando algo sale como esperabas, y no respondiendo a mi pregunta, enunció: "¿Tienes curiosidad?"
- ... El exterior
Y efectivamente, era indudablemente el paraje que se cernía alrededor del alto edificio, por el que tenían que cruzar los cuatro vientos antes de llegar a chocar con el edificio, todo para regresar de donde habían venido, pues la infiltración de éstos en el edificio estaba sellada tras enormes cristales tintados. La ventilación interna, y algún mecanismo para oxigenar el aire, era la única manera que permitían a éste seguir vivo en el interior de aquel edificio. Pero Eirene no sabía nada de ésto. ¿O sí? ¿O no?
El caso es que las clases pasaron. Eirene, pensando más en aquello que dijo su compañero que en la lección, estuvo toda la hora divagando por su mente. Y la siguiente, y la siguiente de la siguiente.
Hasta que llegó la hora acordada...
Si pasáis por Wattpad y puntuáis la historía me haríais el escritor más feliz del mundo :D
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.