Un día, me encontré con este lugar.
Era un sitio mágico, que no sabia decir si se trataba de algo real, o no, ya que era demasiado idílico como para serlo.
Descubrí el significado de utopía, y comencé a ser adicto a ésta.
En este entorno, habían otras muchas personas, que compartíamos nuestras experiencias, y conocíamos otras muchas. Este hecho me llevó a no sentirme solo. El sabor de la comida regresó a mí, progresivamente, al igual que el verde de los alimentos.
Pero aquí, todos teníamos algo particular... Parecíamos una recopilación de protagonistas de variadas series, todos quejándose de su vida común y mundana, frente a la fantástica vida que teníamos en nuestros respectivos relatos.
Todos teníamos alguna extraña capacidad, sea la que fuese. Con alguna no me refiero a que la cantidad de esta sea solo una, podían ser infinitas, si éramos capaces de imaginarnos todas estas.
Yo no era una excepción.
Siempre fui un amante de los animales. Desde pequeñito, trataba de hablar con ellos, y me encantaba ir al zoo, aunque al salir siempre me entristecía por algunos, al igual que me alegraba por otros. Leopardos que deberían estar corriendo por las sabanas estaban en pequeñas cárceles que apenas le dejaban andar, al igual que los ingeniosos pingüinos siempre tenían espectadores, para ver todas sus gracias, y a la vez, estaban salvados de depredadores.
El caso es que, al despertarme un día, mi cabeza se sentía confusa. En su interior, se hallaban tanto recuerdos, como sueños, pero ninguno estaba etiquetado. No sabía que pertenecía a mi vida, y qué no.
En esta nueva información, aparecía como un apuesto joven que consiguió salvar el mundo entero. Este chico podía escuchar las voces de las almas, tanto de animales como personas, aunque estas sean también animales. Podía leer esta información en los ojos de estos, era como leer un diario, que en lugar de tener tu voz en el interior de tu cabeza, las palabras eran pronunciadas por esa persona en cuestión, o animal en el caso.
Tras meditar e intentar ordenar todos estos nuevos conceptos en mi cabeza, sin éxito, decidí salir a dar una vuelta. Igual con ello podría averiguar algo más de este mundo.
Era... Era como si mi deseo se hubiese cumplido.
Giré a la derecha, algunas manzanas en línea recta desde mi casa, y me encontré con un gato. Era negro, con tres rayas blancas que no tenían ninguna forma descriptible. Cómo no, era el gato de un empleado del supermercado. Le daba miedo dejarlo solo en casa, pues no tenía muy buen carácter, y desde luego, no era una mala elección. Quién sabe qué haría este minino sólo en casa.
Al verlo, una voz apareció en mi cabeza: "Otra vez tú, a ver cómo te ataco hoy". No sé cómo, pero lo entendí. Al fin y al cabo, no era algo extraño, así que salí corriendo todo lo rápido que pude.
Me senté en un parque, y descansé un poco. El comer poco no sienta bien, debía replantearme comer más, rápido. Podía recordar la vida del nuevo personaje perfectamente, era incluso intrigante. Era la clase de relato que podría enganchar a todo el mundo, lleno de ideas filosóficas sutiles, y con unos personajes bastante elaborados. Final inesperado, y un toque de romance.
Pero, ¿por qué mi mente atribuía esos recuerdos a mí?
Como si fuese para responder a mi pregunta, un erizo salió de un matorral en frente mía.
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