Al entrar en la vivienda, me encontré con Aura. Erika se fue a hablar con él, casi nada más verle, y murmuraron durante un rato.
+ Aura... Shiro... Salió fuera.
- ¿QUÉ? ¿Y dónde está? ¿Está bien?
+ Si, sí. No te preocupes. Está aquí, pero seguramente quiera preguntarte algunas cosas...
Aura se acercó a mí, a paso lento.
"Shiro, Ahora querrás saber qué ha pasado, ¿no?"
Sin tan siquiera esperar a mi respuesta, continuó.
Verás... Shiro...
Los Magouden, siempre han existido, pero no sé por qué, últimamente, comenzaron a extenderse muchísimo por esta ciudad. Y no parece ser la única... La magia de los humanos, poco a poco se ha ido viendo reducida a... Cenizas, básicamente. Con ella, se fue el color, el arte, la personalidad... Han desaparecido tantas cosas...
Con esto no me refiero a que no haya gente que aún permanezca bien. No. Está claro, ¡míranos a nosotros! Erika y yo hemos conseguido salvarnos, y también hemos salvado a muchísima gente... Pero el mundo ya está en lo peor. La situación no va a mejorar nunca, y lo único que podemos hacer es mantenernos recluídos, intranquilos ante el hecho de que algún día entren aquí, y lo destruyan todo.
Estos seres, comenzaron siendo simples personas sin magia, como seguramente ya sepas, pero en cuestión de pocos años, se han contagiado a más y más personas, y poco a poco han ido generando mejores espadas para cortar nuestros sueños... Shiro, mira a través de esa ventana. ¿Qué ves?
Por la abertura, podía ver lo que parecía un parque antiguo, una caja de arena para niños, unos columpios y un tobogán, todo rodeado de unos cuantos abetos... No era nada chocante. Miré extrañado a Aura.
Shiro, mira mejor...
Me quedé un rato observando la escena. Y a cosa de como 30 segundos, llegó un niño al parque. Era pequeñito, y tenía algo de color. Sus ojos eran verdes, y el pelo corto y castaño, y era de una altura típica para un niño que ronda los siete años. Al acercarse al columpio, del suelo empezó a asomarse una cresta enorme, que siguió creciendo hasta tomar la forma de una especie de dinosaurio.
Pero el dinosaurio, no era ningún integrante de los ejemplares ilustrados en los libros de texto de biología. No. Este dinosaurio era algo más bien... Deforme. Era una amorfia que no parecía hecha con tal intención, sino muy aleatoria... Era como si alguien hubiese intentado dibujar un dinosaurio, sin conocimiento alguno de anatomía, ni tampoco mucha habilidad a la hora del dibujo.
Era como... Un dibujo de un niño en el parbulario... Pero completamente oscuro. Era opaco, y las líneas que lo componían no tenían orden. No seguía ningún patrón, ni se podía identificar qué era sombra, y qué no... Estas líneas, más bien rayas, parecían moverse con desánimo, dentro del contorno que formaba al animal... O más bien a la lóbrega y triste bestia... Que parecía incluso llorar.
Dicha fiera, bramó, y a la vez sollozó al niño en un lenguaje ininteligible. Pero al escucharlo, el niño lloró. Lloró sin cesar... Como si su piel estuviese siendo arrancada del resto de su cuerpo a mordiscos. Como si le acabasen de incrustar en pleno pulmón una viga de hierro, de alguna construcción, y no pudiese respirar, pues sus órganos, los pulmones, estaban bañados en sangre.
El color del niño tembló... Y se entristeció con él. Era una experiencia inexplicable. No había forma de definir con exactitud qué pasaba... Pero era horrible. Cualquier humano con algo de corazón y amor en sus venas, sería incapaz de obviar esta situación.
Era como ver cómo un pirómano quemaba un jardín lleno de esplendor, con todo tipo de flores reunidas sobre un verde marco, que hacía que todos los colores armonizasen entre ellos. Ver como poco a poco, el fuego iba consumiendo toda vida, hasta únicamente quedar un montón de carbón, inservible.
El niño, sin cesar el llanto, volvió por donde vino, y dejé de verlo cuando entró en un callejón.
Aura se acercó a mí, a paso lento.
"Shiro, Ahora querrás saber qué ha pasado, ¿no?"
Sin tan siquiera esperar a mi respuesta, continuó.
Verás... Shiro...
Los Magouden, siempre han existido, pero no sé por qué, últimamente, comenzaron a extenderse muchísimo por esta ciudad. Y no parece ser la única... La magia de los humanos, poco a poco se ha ido viendo reducida a... Cenizas, básicamente. Con ella, se fue el color, el arte, la personalidad... Han desaparecido tantas cosas...
Con esto no me refiero a que no haya gente que aún permanezca bien. No. Está claro, ¡míranos a nosotros! Erika y yo hemos conseguido salvarnos, y también hemos salvado a muchísima gente... Pero el mundo ya está en lo peor. La situación no va a mejorar nunca, y lo único que podemos hacer es mantenernos recluídos, intranquilos ante el hecho de que algún día entren aquí, y lo destruyan todo.
Estos seres, comenzaron siendo simples personas sin magia, como seguramente ya sepas, pero en cuestión de pocos años, se han contagiado a más y más personas, y poco a poco han ido generando mejores espadas para cortar nuestros sueños... Shiro, mira a través de esa ventana. ¿Qué ves?
Por la abertura, podía ver lo que parecía un parque antiguo, una caja de arena para niños, unos columpios y un tobogán, todo rodeado de unos cuantos abetos... No era nada chocante. Miré extrañado a Aura.
Shiro, mira mejor...
Me quedé un rato observando la escena. Y a cosa de como 30 segundos, llegó un niño al parque. Era pequeñito, y tenía algo de color. Sus ojos eran verdes, y el pelo corto y castaño, y era de una altura típica para un niño que ronda los siete años. Al acercarse al columpio, del suelo empezó a asomarse una cresta enorme, que siguió creciendo hasta tomar la forma de una especie de dinosaurio.
Pero el dinosaurio, no era ningún integrante de los ejemplares ilustrados en los libros de texto de biología. No. Este dinosaurio era algo más bien... Deforme. Era una amorfia que no parecía hecha con tal intención, sino muy aleatoria... Era como si alguien hubiese intentado dibujar un dinosaurio, sin conocimiento alguno de anatomía, ni tampoco mucha habilidad a la hora del dibujo.
Era como... Un dibujo de un niño en el parbulario... Pero completamente oscuro. Era opaco, y las líneas que lo componían no tenían orden. No seguía ningún patrón, ni se podía identificar qué era sombra, y qué no... Estas líneas, más bien rayas, parecían moverse con desánimo, dentro del contorno que formaba al animal... O más bien a la lóbrega y triste bestia... Que parecía incluso llorar.
Dicha fiera, bramó, y a la vez sollozó al niño en un lenguaje ininteligible. Pero al escucharlo, el niño lloró. Lloró sin cesar... Como si su piel estuviese siendo arrancada del resto de su cuerpo a mordiscos. Como si le acabasen de incrustar en pleno pulmón una viga de hierro, de alguna construcción, y no pudiese respirar, pues sus órganos, los pulmones, estaban bañados en sangre.
El color del niño tembló... Y se entristeció con él. Era una experiencia inexplicable. No había forma de definir con exactitud qué pasaba... Pero era horrible. Cualquier humano con algo de corazón y amor en sus venas, sería incapaz de obviar esta situación.
Era como ver cómo un pirómano quemaba un jardín lleno de esplendor, con todo tipo de flores reunidas sobre un verde marco, que hacía que todos los colores armonizasen entre ellos. Ver como poco a poco, el fuego iba consumiendo toda vida, hasta únicamente quedar un montón de carbón, inservible.
El niño, sin cesar el llanto, volvió por donde vino, y dejé de verlo cuando entró en un callejón.
"El mundo, como ya has visto, es tétrico, y está marchito." - Dijo Aura.
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