Y sí, un día, me encontré con una de esas criaturas por primera vez, con un Magouden.
Estaba en el aseo, hablando con Seele.
+ ¡Mira, mira! ¡Ya me llega hasta media espalda! - Dije, señalando mi pelo. Quería dejarme una coleta muy muy larga. Y estaba muy feliz de ver que mi pelo crecía cada día más.
- ¡Es verdad! Es increíble, ojalá a mí me creciese el cabello tan rápido.
+ ¡Jejé!
En ese momento, apareció Paladio, un amigo del colegio, y me pilló en plena charla con Seele. Se quedó impactado... Y a los pocos segundos, comenzó a reirse a carcajadas.
-... ¡JAJAJAJAJ! No puedo creerlo... ¿Hablando solo? ¿Qué clase de bebé eres? ¡Qué patético!
Esas palabras tomaron la forma de una daga, que se clavó a la velocidad del rayo en la mano de Seele. Al recibir el impacto, Seele gritó, y su silueta paso de estar hecha de carne, a porcelana, y comenzaron a salirle grietas de la mano, que se extendían por todo su cuerpo a una velocidad increíble. Por suerte, Buer apareció a tiempo, y con el mismo brillo púrpura con el que se presentó, desapareció llevándose a Seele.
+ Y... Yo... Estaba con... ¿Eh? ¿Dónde...?
- ¡JAJAJAJ! Qué triste. Todos decían que eras penoso, pero esto ya se supera. - Y tras soltar esta línea, como si de nada se tratase, se marchó.
Cerré la puerta, y lloré. Las lágrimas brotaron de mis ojos, como si tuviese un enorme río que se acababa de desbordar. No sabía qué había pasado, y cuando la puerta terminó de cerrarse, con un *clank*, volví a ver a Buer, que tenía ambas manos sobre la herida de Seele. Bueno... "Herida" no es una buena palabra para definirlo. Era como... Una grieta... O más bien un hueco. Un hueco con forma de hendidura en la una daga se había hundido, perforando incluso el hueso. Las grietas de Seele desaparecieron, pero su cuerpo titilaba, como hace una bombilla al intentar encenderse. Buer, tras completar el círculo mágico que llevaba preparando, provocó un destello púrpura, tras el cual no quedaba rastro de la daga, aunque sí quedaba la cicatriz, en forma de rombo alargado.
+ Buer... ¿Qué le pasa a Seele?
- Tu amigo es uno. Bueno, uno, otro más de ellos. De los seres sin magia, que la engullen para torturar a los que aún creemos en ella.
+ ¿Qu... qué puedo hacer para ayudarle?
- Cree en él.
Mi madre me llamó, y volví a estar en el cuarto de baño. Ya era bastante tarde, y me llamó por si quería algo de cenar, pero contesté que no. Entré en mi cuarto, y me acosté, la cama de Paladio estaba a mi lado, y él aún seguía despierto.
- ¿En serio tienes amigos imaginarios?
+ Yo... no... no...
- ¿No qué? Bebé.
+ No... son... imaginarios... verdad... ¿Buer?
Buer apareció detrás mía. Estaba a punto de ponerme a llorar, pero sabía que no podía. De Paladio, una especie de ameba sombría y opaca surgió, y comenzó a flotar. Decía:
"Los amigos imaginarios son para bebés." "Son para críos." "Los adultos no los tienen." - Repetía. Su voz no era una, sino era una quimera de otras muchas voces mecánicas, que no paraban de repetir frases semejantes, incesantemente, una y otra vez.
Buer... ¿Qué hago?
...Lucha. De lo que ha dicho, ¿qué es lo que es realmente cierto?
...
- Mis amigos... No son imaginarios. Mis amigos no son para bebés, ni son para críos... Y los adultos también pueden tenerlos. ¡No hay nadie que no pueda!
+ ¿Que no son imaginarios? ¡JA! Yo NO lo HE VISTO. Por ello, NO EXISTE.
- Mis amigos no necesitan que tu los veas para existir. El que no los veas, no quieren decir que no existan, ¿v-verdad Buer?
N-No sé que había hecho. Pero sentí un poder increíble cuando lo dije. Buer estuvo a mi lado, y me ayudaba a defenderme. No entendía porqué, pero el texto se materializaba, con color incluso, y tomaba formas. Buer, por primera vez, se mostró delante de otra persona que no fuese yo. Mis palabras, formaron 3 flechas. Una morada, otra roja, y otra del mismo color que el oro entonces, Buer las colocó en su arco, y consiguió que ambas tres diesen en el núcleo de la ameba.
+ N... ¡Noooooooooooooo!
El monstruo desapareció, y le agradecí a Buer su ayuda. Él también ocultó su presencia, y Paladio se durmió. Al rato, yo hice lo mismo.
+ ¡Mira, mira! ¡Ya me llega hasta media espalda! - Dije, señalando mi pelo. Quería dejarme una coleta muy muy larga. Y estaba muy feliz de ver que mi pelo crecía cada día más.
- ¡Es verdad! Es increíble, ojalá a mí me creciese el cabello tan rápido.
+ ¡Jejé!
En ese momento, apareció Paladio, un amigo del colegio, y me pilló en plena charla con Seele. Se quedó impactado... Y a los pocos segundos, comenzó a reirse a carcajadas.
-... ¡JAJAJAJAJ! No puedo creerlo... ¿Hablando solo? ¿Qué clase de bebé eres? ¡Qué patético!
Esas palabras tomaron la forma de una daga, que se clavó a la velocidad del rayo en la mano de Seele. Al recibir el impacto, Seele gritó, y su silueta paso de estar hecha de carne, a porcelana, y comenzaron a salirle grietas de la mano, que se extendían por todo su cuerpo a una velocidad increíble. Por suerte, Buer apareció a tiempo, y con el mismo brillo púrpura con el que se presentó, desapareció llevándose a Seele.
+ Y... Yo... Estaba con... ¿Eh? ¿Dónde...?
- ¡JAJAJAJ! Qué triste. Todos decían que eras penoso, pero esto ya se supera. - Y tras soltar esta línea, como si de nada se tratase, se marchó.
Cerré la puerta, y lloré. Las lágrimas brotaron de mis ojos, como si tuviese un enorme río que se acababa de desbordar. No sabía qué había pasado, y cuando la puerta terminó de cerrarse, con un *clank*, volví a ver a Buer, que tenía ambas manos sobre la herida de Seele. Bueno... "Herida" no es una buena palabra para definirlo. Era como... Una grieta... O más bien un hueco. Un hueco con forma de hendidura en la una daga se había hundido, perforando incluso el hueso. Las grietas de Seele desaparecieron, pero su cuerpo titilaba, como hace una bombilla al intentar encenderse. Buer, tras completar el círculo mágico que llevaba preparando, provocó un destello púrpura, tras el cual no quedaba rastro de la daga, aunque sí quedaba la cicatriz, en forma de rombo alargado.
+ Buer... ¿Qué le pasa a Seele?
- Tu amigo es uno. Bueno, uno, otro más de ellos. De los seres sin magia, que la engullen para torturar a los que aún creemos en ella.
+ ¿Qu... qué puedo hacer para ayudarle?
- Cree en él.
Mi madre me llamó, y volví a estar en el cuarto de baño. Ya era bastante tarde, y me llamó por si quería algo de cenar, pero contesté que no. Entré en mi cuarto, y me acosté, la cama de Paladio estaba a mi lado, y él aún seguía despierto.
- ¿En serio tienes amigos imaginarios?
+ Yo... no... no...
- ¿No qué? Bebé.
+ No... son... imaginarios... verdad... ¿Buer?
Buer apareció detrás mía. Estaba a punto de ponerme a llorar, pero sabía que no podía. De Paladio, una especie de ameba sombría y opaca surgió, y comenzó a flotar. Decía:
"Los amigos imaginarios son para bebés." "Son para críos." "Los adultos no los tienen." - Repetía. Su voz no era una, sino era una quimera de otras muchas voces mecánicas, que no paraban de repetir frases semejantes, incesantemente, una y otra vez.
Buer... ¿Qué hago?
...Lucha. De lo que ha dicho, ¿qué es lo que es realmente cierto?
...
- Mis amigos... No son imaginarios. Mis amigos no son para bebés, ni son para críos... Y los adultos también pueden tenerlos. ¡No hay nadie que no pueda!
+ ¿Que no son imaginarios? ¡JA! Yo NO lo HE VISTO. Por ello, NO EXISTE.
- Mis amigos no necesitan que tu los veas para existir. El que no los veas, no quieren decir que no existan, ¿v-verdad Buer?
N-No sé que había hecho. Pero sentí un poder increíble cuando lo dije. Buer estuvo a mi lado, y me ayudaba a defenderme. No entendía porqué, pero el texto se materializaba, con color incluso, y tomaba formas. Buer, por primera vez, se mostró delante de otra persona que no fuese yo. Mis palabras, formaron 3 flechas. Una morada, otra roja, y otra del mismo color que el oro entonces, Buer las colocó en su arco, y consiguió que ambas tres diesen en el núcleo de la ameba.
+ N... ¡Noooooooooooooo!
El monstruo desapareció, y le agradecí a Buer su ayuda. Él también ocultó su presencia, y Paladio se durmió. Al rato, yo hice lo mismo.
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